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Julián Muñoz pasó la Nochebuena con Zaldívar Jesús MARIÑAS

Para quienes durante 27 años compartieron sus vidas, ambiciones, escalada social y algo más, fue insólito, desacostumbrado, casi nuevo.
Mi teoría es que acabarán juntos tras escribir una historia sentimental muy por encima del entorno trincador que adjudican al ex alcalde marbellero y su esposa. Reencuentro familiar que tuvo a la risueña Maite toda la mañana en la cocina. Menú de lo más variado, que incluyó marisco, garbanzos con carabineros –una de sus especialidades gastronómicas–, cordero y cochinillo. El puerco dio ocasión a la rechifla.
No pierden el humor, incluso cuando la operación Malaya se cierne sobre ellos. Genio y figura. «Estando Julián con vosotros se entiende lo del cochinillo. A lo mejor el año próximo tenemos que llevártelo a donde estés», soltó un aguafiestas. La noche también sirvió para festejar que Elia, la pequeña, vive su primer embarazo frente a los tres hijos de su hermana. Está de ocho semanas y es un aire fresco a tanta inquietud. «Bueno, si se da el caso, no bastará con que nos traigas un cochinillo. Porque tendremos que repartir, no seré yo sola», aventura la Zaldívar con su entereza de siempre. O porque sabe mucho de presuntas más que implicadas y acaso fueron cómplices trincadoras.

Humor como antídoto a lo que se les avecina, al menos eso. Risas con incesantes indirectas, parecía un encuentro Nadal-Federer. Algo que no pasó en la casa sevillana de Curro Romero y la tierna Carmen Tello. El maestro convalece de una operación de garganta que le obliga a una mudez indeseada. Hombre de pocas palabras, las que suelta son sentencias. Un filósofo vestido de luces como aquel Juan Belmonte también profundo con su toreo lo mismito que el irrepetible Curro. Dicen que remata un mal año en el que su esposa perdió a un hermano adorado. «Curro afirma que la intervención le dio más miedo que cualquiera de los toros a los que se enfrentó», comentan. No es de los que miran atrás.

Y en eso acaso también anden Maite y Julián, compañeros de fatigas, cómplices con lazos indisolubles y una camaradería que truncó Isabel Pantoja entrometiéndose en un matrimonio que parecía sólido aunque hiciese aguas. Una historia de nunca acabar, el caso está en manos de la Justicia, que tiene la última palabra. Resulta significativa esta reconciliación navideña del dúo. Qué buenos nos hacen las Pascuas. A ver si dura.

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